Hace un tiempo atrás,
mis hijas me regalaron el conocido cuento "El Principito" del aviador y escritor francés, Antoine de Saint Exupery. Aun cuando está considerado como un
libro para niños, es muy útil para los adultos. Esta afirmación la puedo
graficar, por ejemplo, en el dialogo entre el Rey del Asteroide 325 y el
personaje del cuento, el cual transcribo a continuación:
Si ordenara a un general volar de una flor
a otra como una mariposa, o escribir una tragedia, o convertirse en ave marina,
y si el general no ejecutara la orden recibida, quién estaría en falta, él o
yo?
Sería usted - dijo con firmeza el principito.
Exacto. Debe exigirse de cada uno lo
que cada uno puede dar - prosiguió el rey. - La autoridad se fundamenta en
primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará
la revolución.
Usar la razón y
exigir de acuerdo a las capacidades individuales, implica necesariamente tener
administradores que sean verdaderos líderes positivos entre sus colaboradores.
Cuando ocurre lo contrario, nos encontramos en presencia de organizaciones
disminuidas, sin motivación, carentes de visión de futuro, y en casos extremos,
estar dentro de lo que se denomina "organizaciones tóxicas",
pudiéndose generar situaciones extremas como es el caso del mobbing, (toxicmanagement, toxic manager o toxíc boss).
En este tipo de
organizaciones, no existen condiciones mínimas que aseguren un ambiente
adecuado para sus miembros. El estrés se siente en cada rincón, el ambiente es
hostil y se encuentra enrarecido. En muchos casos se puede llegar a la
intimidación, violencia, agotamiento, enfermedades, baja eficiencia y
competitividad, o el también conocido síndrome de burnout.
Pero las
organizaciones tóxicas nacen dado que existen "administradores" que las
lideran y permiten estos comportamientos. Sin ellos sería impensable su
existencia. Estas personas, que normalmente están en rangos importantes dentro
de la jerarquía institucional, aplican "estilos de liderazgo"
que rápidamente convierten un ambiente normal de trabajo, en uno enfermizo.
Hace un tiempo atrás,
leí un artículo de “Liz Ryan” en BloombergBusinessweek sobre las 10 frases típicas de un mal
jefe, y que nos da algo de luz sobre este tema. Repasemos parte de la lista:
· Si a Ud. no le gusta su trabajo, afuera hay muchos que están esperando.
· Aquí no se le paga para que piense.
· ¿Quién le dio permiso para hacer eso?
· Deje lo que está haciendo y concéntrese en esto ahora!
· Tengo que decirle algo, ….. y aquí todo el mundo piensa lo mismo.
· No me traiga problemas. Tráigame soluciones.
· En estos momentos, Ud. es afortunado de tener trabajo.
Seguramente, más de
alguna de estas frases las han escuchado, y puedo apostar sin temor a
equivocarme, que las seguiremos oyendo en el futuro. Por otra parte, los
estudios indican que existen patrones comunes en este tipo de personas, donde
se encuentran frecuentemente pensamientos del tipo:
- Las personas son hostiles. Si uno se muestra
amistoso, manipularán.
- La gente se aprovecha cuando le dan
oportunidades.
- Es necesario siempre estar en guardia. No hay que
confiar en las personas.
- Compartir ideas o participar implica debilidad,
incompetencia o perder autoridad.
- Es necesario guardar las distancias y ser duro
para evitar el abuso de confianza.
Carentes de las competencias
necesarias, sin la autoridad que entrega el conocimiento y la experiencia, no agregan valor en los procesos bajo su
cargo. Sus decisiones son imposiciones, y el personal que trabaja al amparo de
ellos, sabiendo de la equivocación, calla, esperando que se descubra la mala
decisión. Sin embargo, en caso de algún problema, siempre se rompe el eslabón
más débil de la cadena.
Sin embargo, para que
la obra esté completa, además de las víctimas y los victimarios, hace falta la
claque. Esta actúa producto a lo que se conoce como "la obediencia a la autoridad".
Existen numerosos experimentos, en donde personas normales, se comportan como
verdaderos verdugos, aplicando castigos cuando es ordenado por un superior.
Lamentablemente en
periodos de turbulencia, este tipo de comportamientos florecen.
Retomando el cuento,
al final, el Rey termina diciéndole al Principito:
Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son
razonables.
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