miércoles, marzo 03, 2010

¿Qué me ha dado Chile?



Una vez más toda la fuerza de la naturaleza nos ha entregado una lección de humildad y nos ha demostrado lo pequeños que somos frente a la inmensidad de su poder.


Hemos podido comprobar que no estábamos realmente preparados para una situación de emergencia. A pesar de los planes definidos, operaciones de contingencia o simulacros efectuados, muchos de los cuales no pasan de ser un relleno a la hora de las noticias y publicidad para la autoridad de turno, la realidad no es comparable con la ficción.


Observamos como nuestro sistema de comunicaciones colapsó, quedando el país completamente aislado durante varios días. Conocimos casos de sistemas de emergencia que operaban sus comunicaciones sobre la base de telefonía celular, dejando de lado los antiguos sistema de radio. Asimismo, se comprobó el poco uso la banda ciudadana y sus operadores, los radioaficionados. Hoy en día, seguramente el apellido Sazie es desconocido para la gran mayoria, y para algunos pocos ingenieros, no pasa de ser una calle en las cercanías de la calle Beauchef en la comuna de Santiago o un salón de honor en la casa central de la Universidad de Chile.


Tambien hemos conocido en su real dimensión, el comportamiento de muchos individuos de nuestra sociedad cuando se entra en una irracional desesperación. Vimos como el lumpen organizado salió a la calle a saquear aprovechando el descontrol existente. Muchas personas han entrado en desesperación, acumulando víveres y combustible. Otros personajes sin escrúpulos han comenzado a lucrar vendiendo o revendiendo artículos de consumo básico como es el pan o el agua a dos o tres veces su valor, y no pocos han debido defender por la fuerza aquellos efectos personales que lograron salvar del sismo.


Sin embargo, a pesar de la tardanza de la autoridad, la violencia delictual, la falta de conciencia de algunos que pretenden lucrar con la desgracia ajena, también hemos observado la otra cara de la moneda, aquellos que han salvado vidas arriesgando las suyas, aquellos que han protegido y dado de comer a quienes lo perdieron todo, hemos visto el funcionamiento de las redes de colaboración y voluntariado que están trabajando después de sus labores para clasificar y enviar ayuda a las zonas más afectadas, hemos conocido el trabajo de los universitarios, las organizaciones sociales y eclesiásticas, los donantes de sangre, y muchos otros que sería largo de enumerar.


Es nuestro deber reconocer a aquellos héroes anónimos que aparecen en esos momentos cuando más se necesita. A aquellas personas que nos demuestran con su actitud porque estamos acá, aquellos que ayudan sin pedir nada a cambio, conformándose con la satisfacción de haber hecho lo correcto, esos que trabajan y se esfuerzan independientemente de sus desgracias personales. A cada uno de ellos deben ir dirigidos nuestros agradecimientos. Estas son las personas que se necesitan y serán ellas las que comenzarán a reconstruir el nuevo país del bicentenario.


El tiempo de las lamentaciones está terminado, los análisis posteriores y sus conclusiones serán necesarios, pero ahora llegó el momento de levantarse y comenzar a trabajar por nuestro país. Hoy día debemos cambiar la pregunta inicial por;


"¿Qué estoy haciendo yo por Chile?"

Para mas información, consultar http://chileayuda.com

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