miércoles, enero 23, 2013

Asteroide 325

Hace un tiempo atrás, mis hijas me regalaron el conocido cuento "El Principito" del aviador y escritor francés, Antoine de Saint Exupery. Aun cuando está considerado como un libro para niños, es muy útil para los adultos. Esta afirmación la puedo graficar, por ejemplo, en el dialogo entre el Rey del Asteroide 325 y el personaje del cuento, el cual transcribo a continuación:

Si ordenara a un general volar de una flor a otra como una mariposa, o escribir una tragedia, o convertirse en ave marina, y si el general no ejecutara la orden recibida, quién estaría en falta, él o yo?

Sería usted - dijo con firmeza el principito.

Exacto. Debe exigirse de cada uno lo que cada uno puede dar - prosiguió el rey. - La autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución.

 
 


Usar la razón y exigir de acuerdo a las capacidades individuales, implica necesariamente tener administradores que sean verdaderos líderes positivos entre sus colaboradores. Cuando ocurre lo contrario, nos encontramos en presencia de organizaciones disminuidas, sin motivación, carentes de visión de futuro, y en casos extremos, estar dentro de lo que se denomina "organizaciones tóxicas", pudiéndose generar situaciones extremas como es el caso del mobbing, (toxicmanagement, toxic manager o toxíc boss).

En este tipo de organizaciones, no existen condiciones mínimas que aseguren un ambiente adecuado para sus miembros. El estrés se siente en cada rincón, el ambiente es hostil y se encuentra enrarecido. En muchos casos se puede llegar a la intimidación, violencia, agotamiento, enfermedades, baja eficiencia y competitividad, o el también conocido síndrome de burnout.

Pero las organizaciones tóxicas nacen dado que existen "administradores" que las lideran y permiten estos comportamientos. Sin ellos sería impensable su existencia. Estas personas, que normalmente están en rangos importantes dentro de la jerarquía institucional, aplican "estilos de liderazgo" que rápidamente convierten un ambiente normal de trabajo, en uno enfermizo.

Hace un tiempo atrás, leí un artículo de “Liz Ryan” en BloombergBusinessweek sobre las 10 frases típicas de un mal jefe, y que nos da algo de luz sobre este tema. Repasemos parte de la lista:

·         Si a Ud. no le gusta su trabajo, afuera hay muchos que están esperando.
·         Aquí no se le paga para que piense.
·         ¿Quién le dio permiso para hacer eso?
·         Deje lo que está haciendo y concéntrese en esto ahora!
·         Tengo que decirle algo, ….. y aquí todo el mundo piensa lo mismo.
·         No me traiga problemas. Tráigame  soluciones.
·         En estos momentos, Ud. es afortunado de tener trabajo.

Seguramente, más de alguna de estas frases las han escuchado, y puedo apostar sin temor a equivocarme, que las seguiremos oyendo en el futuro. Por otra parte, los estudios indican que existen patrones comunes en este tipo de personas, donde se encuentran frecuentemente pensamientos del tipo:

  • Las personas son hostiles. Si uno se muestra amistoso, manipularán.
  • La gente se aprovecha cuando le dan oportunidades.
  • Es necesario siempre estar en guardia. No hay que confiar en las personas.
  • Compartir ideas o participar implica debilidad, incompetencia o perder autoridad.
  • Es necesario guardar las distancias y ser duro para evitar el abuso de confianza.
Carentes de las competencias necesarias, sin la autoridad que entrega el conocimiento y la experiencia,  no agregan valor en los procesos bajo su cargo. Sus decisiones son imposiciones, y el personal que trabaja al amparo de ellos, sabiendo de la equivocación, calla, esperando que se descubra la mala decisión. Sin embargo, en caso de algún problema, siempre se rompe el eslabón más débil de la cadena.

Sin embargo, para que la obra esté completa, además de las víctimas y los victimarios, hace falta la claque. Esta actúa producto a lo que se conoce como "la obediencia a la autoridad". Existen numerosos experimentos, en donde personas normales, se comportan como verdaderos verdugos, aplicando castigos cuando es ordenado por un superior.

Lamentablemente en periodos de turbulencia, este tipo de comportamientos florecen.

Retomando el cuento, al final, el Rey termina diciéndole al Principito:

Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables.