Anoche, como muchos, pude ver aquellas esperadas grabaciones de los 33 mineros atrapados en Atacama, a 700 metros de profundidad en la mina San José. Debo reconocer que me invadió una alegría al comprobar que se encontraban "relativamente bien", a pesar del tiempo transcurrido y las condiciones adversas en que se encuentran.
Una situación similar, pero bastante más profunda y mezclada con una gran emoción, fue lo que viví el día domingo anterior, cuando se supo que la sonda había perforado la caverna y había tomado contacto con ellos.
No voy a entrar a analizar la situación de la mina, sus dueños y las condiciones de dicha faena. Esa es harina de otro costal y las investigaciones del caso darán sus resultados en algún tiempo más.
Sin embargo, en esta tragedia de tres actos, han aparecido ciertos elementos que me gustaría destacar.
Primer Acto
Ocurrido el evento, se tomó el control externo y se estructuró un grupo de personas con distintas competencias, tanto políticas, como técnicas, que abordó el problema en forma inteligente, integral y decididamente en torno a un objetivo común, claro y sin ninguna duda.
Se contaron con facilitadores, que entregaron los recursos necesarios en todo momento, sin sacar cuentas mezquinas. No es simple desde el punto de vista de la logística, abastecer de la noche a la mañana un campamento en el desierto, con personas activas las 24 horas del día. Se debe proveer de alimentación, agua, habitación, salud, combustibles, equipamiento, mantenimiento, distracción, y todos aquellos elementos necesarios para conseguir la meta trazada originalmente.
Se estableció un liderazgo claro, que coordino y mantuvo una vocería única, que enfrentó a los familiares y a los medios de comunicación respetuosamente y con cautela, sin prometer o generar falsas expectativas.
En definitiva, se organizó un grupo multidisciplinario, agrupado a un objetivo común y compartido, que trabajando sin descanso, ejecutó el primer acto de esta tragedia.
Segundo Acto
Tan importante como la operación que ocurrió en la superficie, es lo que sucedió al interior de la mina. Un grupo de 33 personas que se organizó en una meta común. Aguantar el máximo del tiempo hasta que llegaran los socorristas.
Para ello tuvieron necesariamente que hacer una evaluación preliminar de la situación, diagnóstico de daños e inventario de los elementos existentes. Eso los condujo a establecer posibles escenarios, planificar y racionar la alimentación, el agua y el combustible. Establecieron funciones específicas y responsables. Se tuvo que mantener la disciplina, el orden, la esperanza y el ánimo en todo momento.
Nada de lo anterior se habría conseguido si no se hubiera tenido un liderazgo interno fuerte, positivo, constructivo, creíble y con la ascendencia sobre el resto. Sin ese liderazgo, probablemente tendríamos ahora una situación completamente distinta.
Tercer Acto
Recién se está escribiendo y durará al parecer tres o cuatro meses más. Sin embargo para que esta tragedia tenga un buen final, se debe mantener el liderazgo actual, comprometer y mantener los recursos necesarios y suficientes, tal como se ha realizado hasta el momento, informar con la verdad, aun cuando no sean buenas noticias, mantener las ganas y la moral alta, y sobre todo seguir reunidos en torno a un objetivo común.
Para terminar, creo que lo que hemos presenciado en este último mes, es una lección contundente de verdadero trabajo en equipo. Objetivo común, problema bien definido, equipo multidisciplinario y competente, segregación de funciones y responsables claros, recursos disponibles, metas concretas y seguimiento y control.
Espero sinceramente, por el bien de los mineros atrapados y sus familias, se incrementen los esfuerzos coordinados para cumplir el objetivo en el menor tiempo posible.