jueves, abril 28, 2011

¿Ofertas o déficit aritmético?

Con este asunto de los exámenes médicos con los que me he tenido que entretener durante los últimos días, he ido acumulando una serie de experiencias que dan para varios artículos en este blog. Uno de ellos lo constituyen los medicamentos y las farmacias.

Como era obvio de esperar, los resultados de las pruebas arrojaron algunos valores que se encontraban algo fuera del denominado rango normal. Como medida correctiva, el médico tratante me recetó una pastillita diaria por treinta días para tratar de normalizar los índices desviados.

Con la receta en la mano, acudí al local de una de las tres cadenas de farmacias más importantes de este país, ubicado en el camino entre Reñaca y Con Con. Debo aclarar que me encontraba “disfrutando” del fin de semana largo de Semana Santa fuera de Santiago junto a otro millón de capitalinos.

Ingresé a la farmacia y tome el número de atención del dispensador rojo tipo rotisería. Después de una calmada espera de unos 15 minutos, me acerco al mesón y le entrego la receta al dependiente. El observa detenidamente el documento, teclea en su terminal y me informa que la medicina la tiene en formatos de 20, 60 y 100 pastillas.

Le pido me indique los precios. Ante esto, revisa en su pantalla y me dice lo siguiente:

“La de 20 cápsulas, 2.650 pesos, la de 60, 14.000 pesos y la de 100 cápsulas en 24.000 pesos. “

Rápidamente hago un cálculo mental, dado que algo no me cuadraba. En esos momentos me vino la misma sensación desconcertante cuando le pregunté al dependiente de una conocida cadena de Pizzerías por su promoción "2x1", donde al parecer debía entenderse como "pague dos y lleve una". Todavía estoy tratando de entenderla. Ante tanta cavilación, trato de centrarme para finalmente decir:

"Entonces deme 5 cajas de 20 tabletas."

El dependiente, sin sorpresa alguna, se da media vuelta en dirección a los estantes. Al cabo de 15 segundos vuelve indicándome que solamente tiene en los formatos de 60 y 100 cápsulas.

Que mala suerte, inocentemente pensé.

Le pregunto porqué la caja de 20 es mucho más barata por unidad, que la de 100. Desvía la mirada, tratando, me imagino, de encontrar alguna respuesta en algún rincón del techo o quizás en la luz fluorescente que le impactaba la cara. Después de unos segundos responde que no tiene idea, y de mala gana me da a entender que el no pone los precios.

Le doy las gracias y le menciono que buscaré en la próxima farmacia, cosa nada difícil en este país. Demás está decir que entre sábado y domingo recorrí varios locales, en la costa y en Santiago, en las tres cadenas más importantes, y en todas, sin excepción, tenían agotadas las existencias del producto en su formato de 20 grageas. ¿Será solamente coincidencia?

Durante el domingo, comenté el caso con mis hijas, y la mayor indicó;

Es simple, la gente no sabe nada de matemáticas” (1) y yo por mi parte agregué “Y los que si saben, se aprovechan de la situación
En el intertanto, sigo buscando mi paquete de 20 pastillas. Espero que el Dr. Simi me ayude a solucionar el problema.

PD: El Dr. Simi no me lo solucionó. Al final encontré la caja de 20 en una pequeña farmacia independiente en Providencia.



(1) La prueba PISA del 2009, arrojó que Chile se encontraba en los últimos lugares de los países de la OCDE en las materias evaluadas.

lunes, abril 25, 2011

Gracias por llamar

Esa fue la frase que la contestadora telefónica me respondió antes de cortar la llamada del servicio de atención a clientes de mi ISAPRE, el jueves pasado al medio día.

Pero todo esto comenzó una semana antes, cuando debido a un chequeo de salud, acudí al médico internista, quien me solicitó una serie de exámenes. Lamentablemente, al pedir hora, me enteré que uno de los exámenes que debía hacerme no tenía “código” asignado, algo así como un número que debe dar el sistema de salud pública al procedimiento. Si no está con su número, entonces hay que pagarlo al contado y prender un par de velitas para que te lo cubra el seguro de salud.

Como el valor del procedimiento en cuestión no era una bicoca, traté de averiguar telefónicamente si reembolsaban, al menos alguna parte del oneroso estudio. Ágilmente, teclee la dirección web de la compañía, y en un dos por tres tenía en mi poder el número 600 del Call Center.

Disqué el 600-818-0000. Una de esas máquinas contestadoras IVR (Interactive voice response) me contestó la llamada con una dulce y sensual voz de una fémina anónima. Amablemente, la maquinita comenzó a guiarme a medida que avanzaba por sus menús.

Marco el número “UNO” reservado solamente para los “clientes”.

Mi electrónica asistente me ofrece una serie de opciones entre ubicación de las sucursales, licencias médicas, mi plan de salud y otro tipo de servicios que presta esta moderna e innovadora institución. Al final y como última opción, total el que paga soy yo, me ofreció la posibilidad de contactarme con algún humano a través del número “CERO”.

Presiono el “CERO” del teclado de mi teléfono. Al otro lado, la sensual voz solicita que me identifique. Ingreso el número que me ha acompañado gran parte de mi vida. Después de ingresar mi identificación y sin olvidar de reemplazar la “k” por el número “1”, la sensual operadora virtual con su cálida voz me contesta amablemente:

“Estimado cliente, le agracemos nos contacte en nuestro horario de atención, de lunes a viernes entre las 8 y 22 horas, o en nuestro sitio web.

Gracias por llamar”


Fin de la llamada y corte de la comunicación.

Después de salir de mi sorpresa por la insólita respuesta, revisé la fecha y hora del computador para comprobar que efectivamente era un día jueves cerca del medio día, y no estaba en presencia de una alteración del espacio – tiempo, quizás una especie de efecto mariposa. Total, en estos tiempos, uno nunca sabe, sobre todo cuando falta tan poco para el 2012.

Habiendo salido del desconcierto inicial, mi mente rápidamente giro a un pensamiento culposo. Seguramente había cometido un error al no haber elegido correctamente las opciones que la máquina me indicaba. Estamos tan acostumbrados a creer que detrás de estas Instituciones y sus tecnologías, hay “mentes brillantes” haciendo bien su trabajo y tomando decisiones correctas, que la única opción es que nosotros, individuos anónimos nos hayamos equivocado.

Afortunadamente para mi ego, pero lamentablemente para mi cuenta telefónica, después de varios intentos y siguiendo distintas ramas del árbol de menú, siempre llegué al punto donde la asistente digital, amablemente me invitaba a llamar en horario hábil, cortándome después la comunicación.

Hoy en la mañana llamé nuevamente y el sistema funcionaba correctamente. Probablemente era el inicio de la celebración de Semana Santa.