miércoles, agosto 12, 2009

Colonialismo a las puertas del Bicentenario

Ya llevo algunos días sin escribir, lo cual me preocupa sobremanera. Ha sido la falta de inspiración y motivación, causada quizás por la contaminación ambiental que sufre nuestra ciudad en estas épocas del año, acrecentada por las escasas lluvias de este extraño invierno, casi primavera, que estamos viviendo. Sin embargo no quiero escribir de las condiciones ambientales o la contaminación. Más me preocupa la creatividad, y sobre todo la mía.

Pero vamos a otros temas. En la actualidad nos encontramos en las vísperas del bicentenario, donde producto de las guerras Napoleónicas, comenzamos a transitar en un camino que nos independizó de España.
En esa época se dejó atrás casi 300 años de colonialismo, de derecho indiano, y el país comenzó a organizarse copiando modelos de instituciones que funcionaban en otras latitudes. En esa época (1810 a 1833), en Chile se publicaron nueve reglamentos constitucionales o constituciones distintas. Algunas de ellas, duraron unos pocos meses. Se estaba en un proceso de copia y adaptación de alguna forma de gobierno.
En 1811, la primera junta de gobierno, compró en Estados Unidos la primera imprenta y se contrataron a tres técnicos norteamericanos (Johnston, Burbidge y Garrison) para su instalación y operación. En dicha imprenta se editó la “Aurora de Chile”. Las experiencias de esta aventura, así como la visión particular externa sobre el país de ese período fue relatada por Samuel Johnston en su libro “Diario de un tipógrafo yanqui en Chile y Perú durante la independencia”, el cual es muy interesante de leer.
En esa época, el país del norte tenía 34 años de vida independiente y una naciente empresa privada estaba exportando tecnología y asesores a países como el nuestro. Con el tiempo, ellos se convirtieron en colonizadores y nuestros países en colonias tecnológicas. Ellos en vendedores y nosotros en sus consumidores.

¿Por qué ocurrió esto? Probablemente existen muchas variables que influyeron. Podemos mencionar el tipo de colonialismo al cual estuvimos sujetos y su herencia, las instituciones que se crearon, la legislación, las luchas y la estabilidad política durante los siglos XIX y XX, el tipo de sociedad y el tamaño de la población, la geografía del país, el aislamiento, la lejanía y probablemente muchas otras, que podrían llenar muchas páginas de un libro por si solas.

Sin embargo, tengo claro que la investigación científica y el desarrollo tecnológico están íntimamente ligados a la educación. Sin esta última, no se concibe la existencia de las primeras, y es aquí, donde creo que se encuentra la principal variable que condicionó nuestro quehacer.
A pesar que durante el siglo XIX se realizaron una serie de acciones para mejorar la cobertura de la educación primaria, la realidad es que en el año 1875 el analfabetismo en Chile era del 70% de la población, tal como se visualiza en el siguiente cuadro, obtenido de “La educación primaria popular en el siglo XIX en Chile” de María Loreto Egaña Baraona.

Actualmente las cifras de analfabetos en el país bordea el 4%, por lo que el tema giró hacia la calidad de la educación. Si revisamos algunas estadísticas sobre Chile que se encuentran publicadas en el sitio de la OCDE, organismo al cual Chile se encuentra en proceso de postulación, podemos extraer aquellas que dicen relación sobre educación e innovación.

Fuente OCDE

De estas cifras, queda claro que si queremos pasar al siguiente escalón dentro del “desarrollo”, debemos mejorar como país en muchos sectores. En la mayoría de los puntos estamos bajo el promedio de esta agrupación. Si queremos ser competitivos debemos trabajar seriamente en una educación activa, promover el desarrollo y creatividad, e incorporar los debates y el pensamiento crítico dentro del aula.

Se debe revisar los programas actuales y poder contar con docentes comprometidos, motivados, capacitados y evaluados permanentemente, con remuneraciones e incentivos adecuados a sus competencias.

Debemos trabajar en el emprendimiento personal y la innovación, la investigación orientada a las necesidades donde el país tenga ventajas competitivas y las patentes de invención asociadas. Para todo esto es fundamental invertir en herramientas tecnológicas, así como mejorar los accesos a la información a través de incrementar la penetración de la banda ancha y la digitalización del país.

En definitiva, la tarea es enorme, es una política de estado y en ella concurren tanto el sector público, como el privado. Hay que aunar voluntades, trazar las metas y ponerse a trabajar, tal como lo está realizando el grupo educación 2020, con los cuales ya he tenido varios contactos por correo electrónico, específicamente con el grupo de profesionales y empresarios, con los cuales tengo una reunión esta semana. Considero muy válida y apoyo esta iniciativa, pero si no es capaz de remover algo más que conciencias, no pasará de ser una buena idea, quizás como muchas que han existido en el pasado, y a futuro seguiremos debatiendo sobre la calidad de la educación , la necesidad de hacer un cambio profundo y lamentando nuestra desgracia.

Como no quiero lamentarme, considero urgente atacar estos temas si queremos construir y entregar como herencia un mejor país, y ojalá dejar atrás el colonialismo tecnológico.

No hay comentarios.: